Testamento (borrador) – Juan Carlos Aragón
A mi muerte,
que nadie toque mis cosas,
que se queden como están para cuando vuelva,
como yo las he dejado
A mi muerte,
que nadie toque mis cosas,
que se queden como están para cuando vuelva,
como yo las he dejado
Yo seguiré soñando mientras pasa la vida,
y tú te irás borrando lentamente de mi sueño.
Un año y otro año caerán como hojas secas
de las ramas del árbol milenario del tiempo,
En su amor la mariposa
Vuela de la fresca rosa
Sobre el cáliz perfumado;
Un rayo del sol ardiente
Lo juro por el arco de sus cejas,
por su graciosa unión, por los arpones
con que su hechizo en derredor esparce;
Han existido mujeres serenas de ojos claros,
infinitas y silenciosas como esa llanura
que atraviesa un río de agua pura.
…
Media noche, en una lancha, en medio lago,
entre San Miguelito y Granada.
Todavía no se ven las luces de Granada
y ya no se ven las lucecitas de San Miguelito.
tú en la madera
quiero que vivas en la madera del violín del desierto
alguien da órdenes a la luna
pero nada resplandece
Esto Fabia, ay dolor, que ves ahora,
mustio de soledad y cabizbajo,
fuera en tiempo un pedazo de badajo
capaz de hacer sonar a una señora.
El que hable del coño de Catalina,
para hacerse entender de docta gente
deberá pronunciar vulva o vagina,
o partes o vergüenzas, igualmente.
Al ring saltó, cual bruto troglodita,
corpulento, de músculos atroces,
y enseñando sus dotes daba voces
que el público en aplausos felicita.
Teta formada y pura más que el huevo,
teta de un raso blanco, todo nuevo,
teta que eres envidia de la rosa,
teta donde el placer halla su glosa,
-El que tiene mujer moza y hermosa
¿qué busca en casa y con mujer ajena?
¿La suya es menos blanca y más morena,
o floja, fría, flaca? -No hay tal cosa.
Que venga la voz del río
a contarme lo que quiere,
que yo, mientras él me muere,
le voy a cantar lo mío.
A veces te llamo suelo,
porque eres el lugar donde siempre me dejo la piel y me rompo los dientes.
Te llamo cielo, aunque no me gusta,
porque eres esa cometa que despliega mis ganas de volarte
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
A la plaza que un césped dibuja, ralo y pobre,
y donde todo está correcto, flores, árboles,
los burgueses jadeantes, que ahogan los calores,
traen todos los jueves, de noche, su estulticia.
Esa boca después, esa burbuja
de una sangre que hoy hierve alborotada…
Esos ojos después, esa mirada
que ha incendiado al clavel, y lo dibuja…