Invocación inmoral ante las ruinas de Itálica – Joaquín Márquez
Esto Fabia, ay dolor, que ves ahora,
mustio de soledad y cabizbajo,
fuera en tiempo un pedazo de badajo
capaz de hacer sonar a una señora.
Esto Fabia, ay dolor, que ves ahora,
mustio de soledad y cabizbajo,
fuera en tiempo un pedazo de badajo
capaz de hacer sonar a una señora.
El que hable del coño de Catalina,
para hacerse entender de docta gente
deberá pronunciar vulva o vagina,
o partes o vergüenzas, igualmente.
Al ring saltó, cual bruto troglodita,
corpulento, de músculos atroces,
y enseñando sus dotes daba voces
que el público en aplausos felicita.
Teta formada y pura más que el huevo,
teta de un raso blanco, todo nuevo,
teta que eres envidia de la rosa,
teta donde el placer halla su glosa,
-El que tiene mujer moza y hermosa
¿qué busca en casa y con mujer ajena?
¿La suya es menos blanca y más morena,
o floja, fría, flaca? -No hay tal cosa.
Que venga la voz del río
a contarme lo que quiere,
que yo, mientras él me muere,
le voy a cantar lo mío.
A veces te llamo suelo,
porque eres el lugar donde siempre me dejo la piel y me rompo los dientes.
Te llamo cielo, aunque no me gusta,
porque eres esa cometa que despliega mis ganas de volarte
No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo.
A la plaza que un césped dibuja, ralo y pobre,
y donde todo está correcto, flores, árboles,
los burgueses jadeantes, que ahogan los calores,
traen todos los jueves, de noche, su estulticia.
Esa boca después, esa burbuja
de una sangre que hoy hierve alborotada…
Esos ojos después, esa mirada
que ha incendiado al clavel, y lo dibuja…
Alarga el día en matinal hilera
tibias manchas de sol por la ciudad.
Se adivina casi la primavera,
como si descendiera
en lentas ráfagas de claridad.
¿Qué azul me queda?
¿En qué oro y en qué rosa me detengo,
qué dicha se hace miel entre mi boca
o qué río me canta frente al pecho?
Y te di el olor
de todas mis dalias y nardos en flor.